Se conoce como Sistema Nacional de Integridad (SNI), siguiendo la terminología de la organización Transparencia Internacional, al conjunto de las instituciones y las prácticas que definen la gobernabilidad de un país en el marco de una democracia avanzada. El control de la corrupción se considera una parte de esta aproximación integral, ya que los países con mejor gobernanza —más democráticos, transparentes, participativos e igualitarios— presentan los índices de corrupción más bajos, y los índices más altos de confianza de la gente en las instituciones y los cargos públicos.
La buena gobernanza se entiende como la forma de ejercer el poder orientada al interés general mediante una gestión íntegra de los poderes públicos para un desarrollo sostenible. Comporta la participación ciudadana en las decisiones públicas, e implica un adecuado rendimiento de cuentas, vertical y horizontal. Tan importante es el control de abajo arriba, a cargo de la sociedad civil, como un adecuado juego de pesos y contrapesos entre instituciones, mediante la vigilancia recíproca y la responsabilidad compartida, que asegure que el poder se dispersa y nadie tiene su monopolio.
Las doce instituciones que identificamos como más significativas en este terreno son: el poder legislativo, el poder judicial, el poder ejecutivo, el sector público, las agencias de aplicación de la ley —Fiscalía, Policía, agencias anticorrupción—, los partidos políticos, el Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo, las juntas electorales, la sociedad civil, los medios de comunicación y el sector empresarial. Efectivamente, un sistema bien engrasado debe tener un gobierno que trabaje por el interés general y no por intereses particulares de determinados sectores o élites, y una administración profesional y eficiente. Pero también debe tener entes de control independientes y eficaces, con unos partidos políticos al servicio de un juego democrático, con medios de comunicación libres, con empresas responsables y con una ciudadanía bien informada y comprometida, capaz de ejercer un control social efectivo.
Incluso cuando la corrupción es endémica existe un componente de debilidad sistémica, y debe hacerse énfasis en las reformas estructurales, más que en la cúpula individual.
Esta fórmula holística, basada en el estudio del funcionamiento y la interrelación de los pilares o fundamentos que conforman el SNI de un país, permite comprender mejor sus fortalezas y debilidades y, sobre todo, ayuda a enfocar correctamente las reformas necesarias. Los cambios pueden afectar al marco de legalidad, que nos protege de la arbitrariedad y los abusos, y las reformas legales son imprescindibles, pero será necesario acompañarlas de ajustes organizativos y burocráticos, de nuevos códigos de liderazgo o de reformas civiles.